domingo, 21 de febrero de 2010

Siwa o Wāḥat Sīwah para los bereberes

Decididos a ver lo máximo posible en el tiempo que nos queda, el fin de semana pasado pusimos rumbo a Siwa, un Oasis a casi 800 kilómetros de El Cairo (560 según Wikipedia pero eso debe ser trazando una línea recta de punto a punto sin tener en cuenta la única carretera que te lleva hasta el lugar...). El viaje empezó miércoles por la tarde y acabó domingo de madrugada...



Para llegar allí hay pocas opciones, o vas hasta Alejandría y allí coges un bus hasta Siwa, o vas hasta Marsha Matrouh y haces lo mismo, o te coges un autobús directico Cairo-Siwa. Ésta última nos pareció la mejor opción, 9 horas de viaje en un autobús que sólo nosotros pensábamos que era coche-cama... al llegar a la estación ni coche cama ni asientos confortables, un autobús post guerra era el que nos iba a conducir a nuestro ansiado paraíso a través de un interminable desierto. Sentados, a las 18.45, en marcha y fuera de El Cairo, a las 20.30. Pronto empezamos a desesperarnos, baches, luces y un par de películas locales para ambientar a la gente y no dejarnos dormir a los que no entendíamos ni papa. Con frío, sucios y una maleta llena de barro, llegamos a Siwa a las 5.45 de la madrugada, alhamdulillah! Y la primera impresión a esas horas de la madrugada es la misma que tienes al ver una película del oeste cuando todo el mundo ha abandonado el pueblo y sólo hay polvo y matorrales... pues lo mismico allí, nadie por la calle, una fortaleza en ruinas y unos cuantos burros rebuznando.


Al hotel llegamos sin mucha dificultad, el pueblo es pequeño comparado con El Cairo, y con pequeño me refiero a que es más pequeño que el mío, una única carretera que conduce a todas partes... La recepción, desierta, y cuando por fin aparece el recepcionista, nos dice que la reserva que habíamos hecho pan, pijos y habas como decimos los murcianos, que no hay baño para nosotros... para qué nos molestamos en reservar? Pues ni idea porque no se adelanta nada. A los 10 minutos, hartos de estar allí de pie plantón en la recepción, por fin nos dieron una habitación con baño propio y unos cuantos mosquitos como clientes especiales. Dormimos un rato hasta que los mosquitos nos desquiciaron y por fin a la calle.



Alquilamos un par de bicis para poder ir a nuestro aire viendo la ciudad y las afueras, y la primera parada en el Cleopatra Spring, una piscina natural de agua templada y cristalina en medio de miles de palmeras y caminos destartalados. Asfixiados por el sol y la bici, la sensación de encontrar un oasis en medio del desierto ya podemos describirla, la leche! Nos sentamos en una de las 2 cafeterías a tomar un tentempié y a la piscina. El agua buenísima, burbujeante y con moho saliendo a la superficie constantemente. Lo malo, que hay que respetar las costumbres locales y hay que bañarse con ropa. Y es que las mujeres en esta ciudad/pueblo ni se ven, van montadas en los carros tirados por burros y dirigidos por niños y llevan la cara cubierta con un pañuelo negro. Andando no vimos mujeres, por las calles tampoco se dejaban ver; triste, pero es la cultura imperante y poco más se puede hacer que observar, callar y tirar para otro lado.



Después de tan ansiado y reconfortante baño, a la bici otra vez y carretera y manta hasta llegar al Templo de Umm Obayd del que sólo queda en pie un trozo de pared. De ahí al Templo del Oráculo de Ammon donde Alejandro Magno iba a consultar no sé muy bien el qué, y finalmente a Gebel al Mawta o "Montaña de los Muertos", necrópolis de la época romana que contiene varias tumbas de piedra. Aquí, rojos es poco para describirnos con el sestero que nos pegaba, pero sólo nos faltaba un sitio más, la Isla de Fatnas con otro baño natural y con una vista especial del atardecer sentados en sillas de palmera y bebiendo zumos de limón.



El día dio mucho de sí, pero aun así salimos a ver el fuerte de Shali, ciudad construida en el siglo XIII a base de barro, sal, yeso y palmeras pero que quedó prácticamente arrasada por unas lluvias torrenciales en 1926. Allí, a los pies de la fortaleza, hay un hotel con una terraza que cuenta casi seguro con una de las mejores vistas de la ciudad, se ve entera. El precio, como el de cualquier otro restaurante; la comida, buenísima. Un día menos.



Día 2. Mosquitos, puñeteros mosquitos otra vez que no nos han dejado pegar ojo. La habitación con baño propio, sin agua, me cago en el recepcionista que nos la ha metio doblá! Pero bueno, merece la pena aguantar un poco porque fuera del hotel la vida es otra. La fortaleza, increíble, pero destrozada. Después de dar otra vuelta a la manzana del pueblo, a esperar a que la gente volviera del rezo semanal por excelencia y nos sirvieran algo de comer antes de irnos al desierto. La comida, otra vez de lujo.

Llegamos al hotel y para nuestra sorpresa, el coche que nos esperaba no era un todoterreno como el del resto de tours, era una tartana azul escandilante con Alí dentro, nuestro guía a través del Mar de Arena hasta Bir Wahed. Las dunas del desierto increíbles, los oasis en medio de la nada también, uno de agua caliente, y otro de agua congelada. El tour recomendable para todo el que vaya a Siwa, estás media tarde recorriendo el desierto, disfrutando de la tranquilidad y de baños de ensueño y terminas viendo el atardecer en lo alto de una duna tomando un té egipcio con una hoguera improvisada. La cena, en el mismo sitio pero diferente terraza para disfrutar de las vistas. La noche, cambiamos la habitación por un bungalow pero el resultado el mismo, mosquitos pululando por todos lados...


Día 3. Visto todo, a relajarnos en el manantial de Cleopatra mientras se nos hace la hora de empezar el camino de vuelta. La duda, si coger un burro para llegar, una moto o una bici. Al final nos decantamos por la bici por ser el medio más libre para movernos y, probablemente, el que menos maree de todos los disponibles. El día fantástico, un sol de justicia y el agua de lujo. Sin quererlo demasiado, nos toca la vuelta... autobús hasta Marsha Matruoh a medio día para no esperar al nocturno y llegar a El Cairo a las 6 de la mañana y sin dormir, y una vez allí, bus hasta el Cairo, 5 horas más de camino, 11 en total de viaje.


En carretera, 24 horas, 135 pounds por persona. El hotel, 60 pounds por noche (con o sin ducha). Las comidas, 30 pounds por persona/comida. El tour en tartana, 140 pounds por persona. La experiencia y el viaje, no tienen precio. La gente, el paisaje, las costumbres y el relax de Siwa son algo de lo que hay que disfrutar mientras se está en Egipto.


2 comentarios:

Karmela dijo...

Como os envidio!! Que maravilla de viaje, que preciosidad, y buenas palabras utilizas para transmitirnos y hacer que nos translademos aunque tan sólo sea durante 5 minutos a ese maravilloso mundo en el que os encontraissssss. Bueno, seguid pasandolo así de bien y sed felices.

Un besazo y os kiere, Vuestra hermana y cuñaaaaaaaaa

Unknown dijo...

Bueno tú viste parte, para ir aquí necesitas otro viaje igual de largo!!! Seguiremos disfrutando!

Un besico hermana!